Con pequeñas diferencias, eso es lo que se encuentra uno al llegar, sobre todo si se viene de un lugar taaaan estresante como la playitas de Koh Chang...Lo primero que te choca, desde dentro del autobús encaramado al tercer piso de una autopista de 4 carriles, es la cantidad de hormigón que han debido utilizar en esta ciudad...Carreteras, edificios que uno no sabe si están acabados, a medio construir, a medio destruir...es dudoso, puesto que el hormigón está ya ennegrecido por el paso del tiempo y la humedad, y las ventanas son tanm poco neceasarías que uno no sabe si directamente se las han ahorrado...Pero bueno, mejor alguna fotillo, ¿no?
Para dormir en la megalópolis nos habíamos decidido por un hotel en el corazón del barrio más antiguo y más tomado por los mochileros de la ciudad (y casi del mundo, ¡¡madre mia cuánta gente!!), la calle Khao San Road. A muchos os sonará de la película de La Playa. Es el sitio del principio donde el prota se entera de la existencia de la isla maravillosa esa que es el principio de todo. Es un sitio muy animado, la verdad, y merece la pena porque siempre hay algo que hacer, que ver, que comprar...tanto de día como de noche:
En dos días no tienes tiempo de visitar toda la ciudad, pero si que llega para hacerse una idea bastante buena de la vida en ella, con dos noches para ver cómo florecen los mercados nocturnos y los bares encienden sus neones y sacan a la calle a sus camareras vestidas de verde heineken (literalmente) para atraer al personal. Con dos días para disfrutar del tráfico alocado, los mercados atiborrados de micropuestos de todo lo imaginable, desde falsificaciones hasta animales exóticos, las mesas en la calle donde beberte algo o comer mientras cae un aguacero tropical...en fin, que la ciudad tiene sus cosas buenas y malas, como todos los sitios del mundo, pero más lejos...
Muy bueno chicos!!
ResponderEliminar¡Gracias!
ResponderEliminarUna pena que todo esto se acaba rápido y ya estamos de vuelta...
Habrá que ir pensando en el próximo destino, ¿no?